miércoles, 10 de agosto de 2016

Jueves 18/8/2016: visita didáctica al Museo del Holocausto

El próximo jueves 18/8 haremos con toda la camada, junto al Departamento de Inglés, una visita didáctica al Museo del Holocausto.


Como devolución de esta experiencia cada grupo va a elaborar en PowerPoint un fotorreportaje de la visita. Clik aquí para ver la propuesta.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Preparando la visita al Museo del Holocausto

Comparto dos recursos:

1) una nota sobre la visita de Juan Pablo II a Israel en el año 2000, en donde encontramos los valores del respeto por la vida y el amor al prójimo.

2) el link a la nota "Cristianos y musulmanes rinden tributo al padre Jacques Hamel", luego de su asesinato a manos del fundamentalismo de Estado Islámico.



Karol Wojtyla me salvó la vida
LA PEREGRINACION DEL PAPA: CONMOVEDORA HISTORIA DE UNA SOBREVIVIENTE DEL HOLOCAUSTO.
Edith Zirer fue liberada de un campo nazi a los 13 años. Entonces fue decisiva la ayuda que le dio el futuro Papa.
Por JULIO ALGAÑARAZ. Jerusalén. Enviado especial.

Edith Zirer, que hoy tiene 69 años, era la más emocionada de todos ayer, en el memorial de Iad Vashem, cuando estrechó la mano de Juan Pablo II. La señora Zirer vive actualmente en Haifa y desde hace años que cuenta su historia: un joven seminarista católico llamado Karol Wojtyla le salvó la vida hace 55 años y pudo al fin testimoniarle su agradecimiento.

El Papa le habló con afecto y juntos recordaron el episodio en la Polonia devastada por la guerra, cuando el inminente sacerdote y la niña judía, sobreviviente de un campo de concentración, se encontraron por casualidad. El diario israelí Maariv publicó ayer la conmovedora historia que unos días antes había difundido la agencia Zenit.

“El 28 de enero de 1945 los soldados rusos liberaron el campo de concentración de Hassak, donde había estado encerrada durante casi tres años trabajando en una fábrica de municiones”, explica Edith, entonces de 13 años.

“Me sentía confundida, estaba postrada por la enfermedad. Dos días después llegué a una pequeña estación ferroviaria entre Chestochowa y Cracovia”, recuerda. Era precisamente en Cracovia donde Karol Wojtyla se preparaba para recibir la ordenación sacerdotal.

“Estaba convencida de llegar al final de mi viaje. Me eché por tierra, en un rincón de una gran sala donde se reunían decenas de prófugos. En su mayoría todavía vestían los uniformes con los números de los campos de concentración. Entonces Wojtyla me vio. Vino con una gran taza de té, la primera bebida caliente que había podido probar en las últimas semanas. Después me trajo un bocadillo de queso, hecho con pan negro polaco, divino. Pero yo no quería comer, estaba demasiado cansada. El me obligó.”, afirma Edith.

Y agrega: “Después me dijo que tenía que caminar para tomar el tren. Lo intenté, pero caí al suelo. Entonces me tomó en sus brazos y me llevó durante mucho tiempo. Mientras tanto la nieve seguía cayendo. Recuerdo su chaqueta marrón, la voz tranquila que me reveló la muerte de sus padres, de su hermano, la soledad en que se encontraba, la necesidad de no dejarse llevar nunca por el dolor y de combatir para vivir”.

Cuando finalmente llegaron hasta el convoy destinado a llevar a los detenidos hacia Occidente, Edith se encontró con una familia judía que la puso en guardia: “¡Atenta, los curas tratan de convertir a los niños judíos!” Ella tuvo miedo y se escondió. “Sólo después comprendí que lo único que querían era ayudarme. Ahora quiero agradecérselo personalmente a Juan Pablo II”.

La señora Zirer dijo ayer en Iad Vashem que “me encontraba allí, era una niña de 13 años, sola, enferma, débil. Había pasado tres años en un campo de concentración alemán y estaba a punto de morir. Y Karol Wojtyla me salvó la vida, como un ángel, como un sueño venido del cielo”.

Edith Zirer dijo que se acuerda de todo como si hubiera ocurrido ayer. La joven judía no sabía, a principios de febrero de 1945, que era el único miembro de su familia que había logrado sobrevivir a la masacre de los nazis. “Ese joven seminarista de 25 años, alto y fuerte, me dio la esperanza de vivir y no me pidió nada”, afirmó.

En 1951 la mujer llegó a Israel, enferma de tuberculosis y de las pesadillas por el horror que había vivido en el campo de concentración nazi. Hoy vive serenamente con sus dos hijos en una buena casa, en una colina de los suburbios de Haifa.

Diario Clarín, 24/3/2000



Cristianos y musulmanes rinden tributo al padre Jacques Hamel.

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