Se sube un relato de Martín Descalzo que gira en torno al Valor del Trabajo.
Los tres canteros
El viajero se acercó a aquel grupo de canteros y preguntó al primero: “¿Qué estás haciendo?”. “Ya ves -respondió-, aquí, sudando como un idiota y esperando a que lleguen las ocho para largarme a casa”. “¿Qué es lo que haces tú?”, preguntó al segundo. “Yo -dijo- estoy aquí ganándome mi pan y el de mis hijos.” “Y tú -preguntó al tercero-, ¿qué es lo que estás haciendo?”. “Estoy -respondió el tercero- construyendo una catedral.”
He pensado muchas veces en esta vieja historia, porque realmente los hombres no hacemos lo que materialmente realizan nuestras manos, sino aquello hacia lo que camina nuestro corazón. Y así es como tres canteros pueden picar las mismas piedras, pero mientras uno las convierte en sudor, otro las vuelve pan y un tercero eternidad.
Por eso pienso que habría que reivindicar mucho más el “sentido” de las cosas que las cosas mismas: habría que preguntarse mucho más por la dignidad interior del trabajador que por el mismo valor material del trabajo.
Me temo que esa dignidad de la obra bien hecha, porque es una obra amada, sea algo que se esté muriendo en nuestro tiempo. La vida se nos ha vuelto tan monetarista, que al final ya cuenta únicamente su rendimiento y no su perfección y plenitud. Quien más, quien menos, todos trabajamos porque no tenemos otra cosa de qué vivir. Pero, ¿dónde está el amor a la propia obra, el esfuerzo por hacer el oficio bien, aunque luego nadie aprecie su calidad? El demonio de la prisa ha hecho presa en nosotros. La chapuza se ha vuelto ideal de la obra perfectamente cómoda.
Le dices a un muchacho: “Aprovecha el verano para leer”. Y te contesta: “Y eso, ¿para qué me sirve? Después añade: “La vida es corta y hay que aprovecharla para divertirse”. Con lo que naturalmente no consigue alargarla, pero logra que sea además de corta, estrecha.
Todo en nuestra civilización incita a la facilidad, a la mediocridad. Recuerdo que hace años a no sé qué genio publicitario se le ocurrió promover la lectura con un grotesco lema: “Un libro ayuda a triunfar”. ¿A triunfar? A mí, Lope de Vega nunca me ayudó a triunfar. Me ayudó a ser feliz, a entender el mundo y la vida, a chapuzarme en el gozo de una vida más honda. Pero ¿a triunfar? A eso ayudan -dicen- los automóviles de lujo, las colonias que embriagan con su perfume, quién sabe cuántas tonterías más. Yo prefiero los triunfos interiores, el aprender cada día a conocerme mejor, el estirar mi alma, el poder descubrir nuevos continentes humanos en los corazones de la gente, el esfuerzo diario por “ser” más. (…)
Si todos los hombres amasen en serio su tarea -por pequeña que fuera- el mundo cambiaría. Si el zapatero hiciese bien sus zapatos por el placer de hacerlos bien, si el escritor luchara por expresarse plenamente, despreocupándose del éxito y del aplauso; si los jóvenes construyeran sus almas, no permitiéndose ni un solo descanso por la duda de si llegarán a emplearlas; si la gente amase sin preguntarse si su amor será agradecido; si los hombres ahondasen sus ideas y las defendiesen con nobleza sin preguntarse cuántos las comparten; si los políticos hicieran bien su oficio de servidores, despreocupándose de las próximas elecciones, si los creyentes fueran consecuentes con su fe, sin angustiarse por las modas de cada tiempo; si hombres y mujeres cuidasen sus almas la décima parte que sus vestidos y su aspecto; si los canteros pensasen más en la catedral que construyen que en el sudor que les cuesta...; si todo eso pasase ya no tendríamos motivos para quejarnos de lo mal que va el mundo, porque tres mil millones de hombres orgullosos de lo que hacen habrían vuelto habitable la tierra. Y todos serían más felices. Porque creo que no he dicho que en la historia con que he abierto este artículo el viajero descubrió que el único cantero que sonreía era el que construía la catedral, sin preocuparse del sudor y olvidado del pan.
DESCALZO, Martín (1994): Razones para el amor. Editorial Atenas; Madrid.
5 comentarios:
Concuerdo absolutamente con el autor, ya que desde mi punto de vista observo ya que las cosas se hacen por que "hay" que hacerlas y no por su fin que en verdad tienen. Tambien considero que estamos atados al tiempo y no disfrutamos la vida como se podria.
Enrique Pelaez 2°1°
Yo, como quique, digo q hay veces que la gente hace las cosas por "hacerlas". Por ej.: Te dan un puesto de trabajo que no te gusta; pero cuando te preguntan "¿por qué lo haces si no te gusta?" responde: "Porque hay que hacerlo"
Desde mi punto de vista la gente hace cosas por hacer algo.
Juan Manuel Fernandez Kelly 2ndo año 3era sección
bueno yo coinsido con enrique pelaez y juan manuel fernandez kelly...porq como dicen ellopspara mi la gran mayoria de las personas ...realizan actividdes pro aserlas muchas veces sin querer aserlas...sino como una obligacion...y para mi cada uno tendria q actuar segun lo q le paresca a el ...osea siuno qiere aser algo lo aga y sino no tiene q tener ningun obligacion de aserlas...aunq en algunos casos no depende de uno mismo..
asta luego suert
lucas juiz rafael 2º1º
el texto me parece muy interesante pero hay una parte en la que dice como que el mundo cambiaria si uno estaria seguro de lo que hace, o creo que aga un gran cambio pero la verdad que estaria bueno si cada uno piensa en lo que mas le gusta y lo disfruta. juan igancio velcoff de 2° 2°
para mi este cuento y el articulo que agregaste despues (o tus propias palabras) me parecieron muy correctas y presentes para el tema.
porque si todos hicieramos nuestros trabajos o promesas (o como el tema de hoy) respertaramos las normas, la Argentina seria un lugar en el cual nos respetariamos mas a cada uno y asi lograr una unidad mejor.
en el pais abunda el 1 cantero ya que la mayoria de las personas esta mirando el reloj para irse y no pensando para que esta trabajando o disfrutar y mirar el fruto de su trabajo
matias kohlmaier 2º3ª
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